viernes, 17 de febrero de 2012

TARDE EN EL PARQUE Y UN CUENTO

TARDE EN EL PARQUE Y UN CUENTO



Por pura casualidad, el otro día leí un cuento maravilloso.
Se trataba de algo así como un experimento literario y hacía tiempo que unas líneas no me dejaban maravillado por su originalidad y su construcción.
El otro día, sin embargo, se dieron una serie de coincidencias y, como resultado de ellas,
acabé por cerrar un libro fascinado por un verdadero prodigio de las letras.
Un milagro de la imaginación.
Pero vamos por partes:
Todo empieza porque yo ando estos días melancólico y porque siempre me ha gustado pasear por los parques…

Cerca de mi casa hay un parque muy hermoso, la Quinta de los Molinos, antiguo lugar privado, allá por el XIX,
de unos aristócratas o de unos grandes burgueses que al final, por una serie de vicisitudes, ruinas, malas inversiones y deudas en el juego,
ha venido a quedar en parque público para uso y disfrute del pueblo de Madrid.
¡Que se jodan!, pienso mientras paseo por aquellos lugares donde aún, entre las sobras del botellón, se ven los restos del pabellón chino,
de la casa del reloj, del invernadero, del campo de tenis, de la fuente de la ninfa…
Hay un estanque con cuatro patos gordos a los que los niños ceban con gusanitos de maíz,
unos chavales juegan a un gol regañado y la portería está puesta entre la estatua de Hércules y la de Diana cazadora,
a un tío que pasa haciendo footing le ha dado un sofoco y ha echado un lapo así de gordo en el canal de los nenúfares…
No pienses, sin embargo,amigo bloguero,que esto me parece mal.
Me pone triste, pero me parece cojonudo.
¿Para qué otra cosa sirven las estatuas de Diana?,
¿dónde iban a estar los patos mejor alimentados?...

…Pero a lo que iba, que me disperso.
El caso es que siempre que paseo por un parque bonito me da por ponerme excelso.
Pienso en los universales humanos, en las grandes obras de la sensibilidad, en los capítulos memorables del arte,en las más altas arquitecturas…
Me pongo como sublime y operístico.
Con la cual sublimidad en la cabeza cayó la tarde y volví a mi casa.
Sobre la mesilla, me aguardaba la continuación de El ocho, que llevaba varios días pensándome muy seriamente en dejar a medias;
en la tele estrenaban esa noche una nueva edición de Supervivientes; y para cenar había pizza cuatro quesos precocinada.
Antes de subir abrí el buzón y me encontré un ejemplar de SIE7E, la revista literaria que edita el Ayuntamiento de Coslada y que me mandan en consideración a que una vez participé en un concurso.
El día que se cansen de mí o haya suscriptores más interesados, imagino que dejarán de enviármela.

Yo, lo confieso, le echo a la tal revista un vistazo rápido.
Paso todas las páginas de poesía, empiezo a leer algún artículo pero lo dejo en cuanto se pone pesado, me detengo ante algún cuento...
En este número viene uno que se llama Mediodía en Parque Requet…

Hombre, qué casualidad. Un parque, como del que acabo de venir y sólo por eso le prestè una especial atención en cuanto llegué a casa.

No voy a transcribir el cuento, entre otras cosas porque no creo que me esté permitido por Ramoncín, pero va de lo siguiente (es muy sencillo):
un hombre entra en un parque y comienza a pasear por él.
Transcribo:
"...sombra sobre los edificios que incómodos se estiran fuera de la valla.
La valla hace de frontera: a un lado la ciudad con su hormigón homogéneo,los automóviles histéricos y la sucesión infinita de minutos rancios:
al otro lado, el Paraíso.
El Paraíso es verde.
Verde en las ramas de los árboles, verde en lo setos del Laberinto, verde en los tallos de los rosales,
verde en las briznas del césped y verde en las pinturas de las farolas.
Las farolas sólo se encienden al atardecer..."

¿Te has dado ya cuenta, amigo bloguero?
Pues hábil tú, si lo has hecho a la primera.
A mí algo me sonaba algo raro, armoniosamente raro, y sólo a la tercera lectura lo descubrí:
El autor se detiene, sí, se detiene mucho.
Tras unas cuantas palabras, a veces tras cuatro solamente, se detiene.
Un momento. Punto y seguido.
Luego vuelve a empezar retomando la última o las dos últimas palabras.
Es, en fin, el movimiento natural de un hombre que pasea sin rumbo y se detienen a observar las cosas a su alrededor.
Sencillamente formidable.
Pero la cosa no acaba aquí.
De esta manera, el hombre se va internando poco a poco en el parque:
pasa por delante de la fuente, de la glorieta:
"...El agua pierde la dirección expandiéndose por toda la glorieta.
La glorieta rodea la fuente con bancos de maderaen sus laterales para que desde todas partes pueda verse el espectáculo.
El espectáculo lo están dando..."
En un momento dado, el hombre llega al fondo del parque y, de pronto, contempla un asesinato.
Echa entonces a correr en busca de la salida.
La frase cambia porque ahora el hombre está huyendo y al principio corre sin rumbo, como perdido, pero en un momento determinado encuentra la glorieta
y entonces vuelve hacia atrás por camino conocido, en dirección a la puerta de salida.
"...Azota el viento el agua que brota de las bocas de las trompetas de los querubines dela fuente.
La fuente también recibe el orín...".
Pasa de nuevo por todo frente a lo que ha paseado pero esta vez a toda velocidad y deteniéndose sólo unos segundos a recuperar el aliento.
Al final ve la salida al fondo de la página.
El paso se calma, está cansado y por las frases se le siente respirar ansioso en busca de aire.
"...las sombras de las nubes.
Las nubes gordas y grises en un cielo azul.
Azul". Y así concluye.

2 comentarios:

  1. Efectivamente por lo que nos transcribes y explicas un cuento muy bello.
    A mi también me encanta pasear por los parques, perderme en su verdor...Un beso

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  2. Y yo tambien me he paseado por ese parque gracias a ti.

    Azul claro

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